Gente corriente

Alice es una niña de 5 años, nacida en Furano (Hokkaido), de madre canadiense y padre australiano. Coincidimos con ella y su madre telemarker, en la Kitanomine góndola. «Es la primera vez que subo arriba» – nos comenta ella con una gran sonrisa dando muestras de excitación. Habla un inglés perfecto y ya es capaz también de comprender las clases del colegio con sus colegas japoneses. Compartimos con las dos una buena conversación sobre el solecito de España y el ratoncito Pérez, que llegará esta noche, ya quese le cayó un dientecito de leche por la mañana a Alice.

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Su madre trabaja en la oficina de turismo, nos da toda una serie de consejos sobre el lugar, es nuestro primer día. Antes de que se pongan a esquiar arreglo el desaguisado que llevaba en el cable de su fijación O1. «Es material de mi marido, no le presto mucha atención, él trabaja en la oficina de guías, podéis pasar por allí a verlo». – agradece nuestro interés por los viajes y Japón, concluyendo lo buena que es la nieve allí y lo difícil que salga el sol. «Estoy aquí porque decían que hoy iba a salir» – optimismo desmesurado,…, yo lo veo tapado, tapado.

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Al final del día encontramos en la entrada de su casa, y nos pregunta cómo nos ha ido el día. Adriana le comenta cuanto ha sufrido bajando la zona premium de Furano, con nieve hasta el sobaquillo. «Oh! Eso es terrorífico. Nunca voy allí, hay demasiada pendiente y está lleno de gente con GoPro’s en la cabeza, me llevaron a mi también el primer día, pero no he vuelto a ir» – profesa un buen suspiro. «Tenéis que ir a Asahidake, es mi sitio favorito . Los árboles de allí son preciosos, mejores que en Canadá, aunque tratad de encontrar un día soleado para disfrutar al máximo».

Acabamos preguntando por Alice. – «Le ha ido muy bien! Se lo ha pasado genial! Se excita cuando está totalmente cubierta de nieve polvo, creo que le gusta mucho este deporte».

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Alexei y Julia son una pareja de Moscú. Han venido a visitar a un amigo que está trabajando en Tokio. «Teníamos planeado ir a los Alpes de Japón, y vimos que no había nieve. Al final hemos venido aquí a Hokkaido. Suerte que cambiamos nuestros planes en el último momento.» – nos explica Julia. «Todos los días es lo mismo, powder, powder y más powder…» – arrancando del sobrio rostro ruso de Alexei una tenue sonrisa. «Ahora vamos a la zona premium. La abren cada día a las 10.00h. Tenéis que venir, es una pasada». Aprovechamos con ellos y vemos unas diez personas que van para allá. Pues allí vamos a surfear ese maravilloso polvo.

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John es un hombre australiano, el tío está en medio de la nada absoluta, recubierto de montañas de nieve aguantando el frío polar estoicamente. Lo encontramos haciendo auto stop en medio de una carretera del Tokachi range. Viaja solo. Nos muestra una enorme sonrisa bajo unos claros ojos azules. Salgo del coche de inmediato, para ayudarle a poner sus esquís en el portaesquís. «Oh! Eso es una Meidjo auténtica!» – exclamo al ver las fijaciones de sus tablas. «No me digas que tú eres telemarker también» – las primeras palabras que salen de John. «El Doctor Livingstone supongo» – acabo respondiendo con carcajadas. «Tendría que haber venido aquí hace diez años,…, vine aquí un veinte de Diciembre, no había nada de nieve, y de repente nevó un metro de golpe, a partir de ese día fue nevando de veinte en veinte centímetros cada día»- explica con una tranquilidad pasmosa, es un lobo del monte, no cualquiera se atreve a salir sólo en esas condiciones de frío y cantidad de nieve. «Todavía me quedan veinte días, espero que uno de estos pueda ver el sol,…, ya llegamos! Este es el onsen donde me hospedo, aguas sulfurosas y cerveza para recuperar el esfuerzo.

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«Suerte que llevo unos días con unos chicos ingleses que me ayudan a abrir la traza» – me percato en ese momento que hay una señora japonesa superdelgadita, y bajita como un gnomo, está reponiendo cervezas en la máquina, para que John y sus coetáneos engullan sin parar por la tarde entre onsen y onsen. «Míralo» – me señala, » Ese es el Tokachi range, los más valientes suben por la arista, yo todavía no me he atrevido, hay demasiada nieve. Para poder ir sólo, llevo un sistema de localización por satélite que lanza una señal para localizarme en caso de que tenga un problema, y también voy armado con un sistema de ropa que lo hincho, pudiendo estar unas ocho horas allí afuera sin precisar de ayuda externa.»- Me despido junto con Adriana de John y nos vamos a relajar en las aguas sulfurosas del Onsen, para después tomar una buena cervecita japonesa, y un poquito de pescado seco a modo de aperitivo antes de la cena. Hay que colaborar con la causa, seguro que la señora del Onsen está deseando reponer la máquina otra vez.

«Buenas Tardes» – nos exclama Mike con un acento gringo como dirían los Mexicanos. Él y Sara son una pareja de australianos que están pasando las navidades en medio de la nieve polvo. Se alojan en el mismo Onsen que John. «Mike! Cómo después de las palizas que te pegas abriendo traza te pillas semejante pedal de birras,….» – Pienso para mis adentros. Ya se cuál será la respuesta en el momento que se lo diga en Inglés para que me entienda. «Oooh! Si Amigo!».

Después de ver semejantes jabalíes, te percatas de lo valiente que puede llegar a ser la gente corriente, para perseguir sus sueños fuera de su día a día habitual. No están publicitados en ningún sitio, no salen en ninguna portada de revista, y van siguiendo su camino, para cumplir sus sueños. El fenómeno llamado en inglés del Weekend Warrior, la versión aventurera del dominguero pachanguero de sol, playa y sangría. Muchas veces en el mundo profesional del deporte de montaña estigmatizados, llamados incluso turistas, pero la verdad, tiene mérito pegarse las palizas de currar en una oficina para pagarse las facturas, y luego estar en medio de la nada, disfrutando de la soledad del Tokachi range, como John. Son personajes que me asombran y me llenan de inspiración, puede que a veces tanto o más que los que se creen «pros» o los propios «pros» que ves en las portadas de revistas o en los videos de internet.

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Os dejo aquí, queridos lectores, un homenaje sublime a ese guerrero del fin de semana. La historia de un oficinista que corona el Pico de Orizaba o Citlaltépetl en 55 horas, para después estar currando de vuelta en la oficina.

 

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